Nunca podrás deshacerte de tu acento (y eso es genial)

Las diferencias lingüísticas regionales se encuentran en peligro a causa de la globalización

Más de una década atrás, cuando estudiaba Periodismo en la Universidad de Málaga, un profesor de la asignatura de Televisión me aconsejó practicar un acento más neutro para, decía, hacerte entender en televisiones públicas de otras regiones del país o televisiones nacionales. Es una frasecita que suele escucharse mucho por el sur cuando dices que andas estudiando esta carrera. Y la mayoría lo intenta. Yo lo intenté. Fue un esfuerzo aparentemente pequeño pero horrible: las eses finales sonaban todo menos naturales y mi forma de pronunciar el dígrafo ch casi me dolía físicamente. No tardé mucho en mandar esa idea a la mierda. Amo mi acento. Y ni quiero ni puedo deshacerme de él.

Porque sí: el acento puede variar a lo largo de los años. Como explica el profesor de Lengua Española Enrique Balmaseda, de la Universidad de La Rioja, “se pueden experimentar cambios en la forma de hablar por diversas razones: hay hablantes que pueden migrar parcial o totalmente a otra modalidad al convivir dentro de una comunidad dialectal diferente”. Es lo que se conoce como convergencia fonética y tiene que ver con el instinto tan humano de querer integrarse en la tribu para sobrevivir. Pero es un proceso inconsciente y natural. Lo que no puedes hacer, profesor de Televisión, es deshacerte de tu acento de manera deliberada. Eso es un caos para tu cerebro.

Y si no lo crees inténtalo. Es como si vas caminando por la calle y empiezas a pensar en cada uno de los movimientos que realizas para poder andar. Comienzas a sentirte extrañx. Torpe. La memoria muscular deja de actuar por sí misma a causa de tanta hiperconsciencia. Es lo mismo con la manera de hablar. En palabras de Balmaseda, “lo propio nos da seguridad y la forma de hablar es parte de nuestra zona de confort”. Y yo recuerdo perfectamente sentir ansiedad social en ciertas circunstancias por aquella época cuando, tanto antes como después, he sido alguien extraordinariamente extrovertido y seguro en situaciones sociales. Hoy me arrepiento de mi ingenuidad.

También de mi falta (en aquel momento, no ahora) de andaluciafilia. Después de todo, somos muchxs lxs sureñxs que nos vemos obligados a irnos de casa hacia Madrid o Barcelona para salir adelante y, desgraciadamente, escribe Balmaseda, “es cada vez más intensa la pérdida de las diferencias lingüísticas regionales en aras de la imposición de modelos de lengua estándar”. Y nada me daría más pena que ver cómo todos los preciosos acentos andaluces, porque son muchos, desaparecen poco a poco fruto de la globalización y la presión externa. Hoy practico la resistencia activa en este sentido. Tu acento es parte de tu identidad. ¿Cómo van a extirparte algo así?