El arte es un proceso comunicativo con un emisor, un receptor, un canal, un mensaje y un código. Y lo lógico sería pensar que cada artista que pone en marcha dicha comunicación busca utilizar códigos que permitan a los receptores captar bien el mensaje. Pero no siempre es así. Hay cineastas que construyen cintas cuyos códigos son lo suficientemente complejos como para que, en muchas ocasiones, la mayoría de personas necesite un segundo visionado para comprenderlas en profundidad. Y esto no las hace peor ni mejor que una película que pillas a la primera. Son simplemente diferentes. Únicas en su especie. Aquí tienes tres que no deberías perderte:
“La escalera de Jacob” dirigida por Adrian Lyne, 1990
La premisa de la película es sencilla: Jacob Singer es un veterano de la guerra de Vietnam que trabaja como cartero en Nueva York, pero que tiene visiones muy extrañas de las que no puede escapar. La cosa es que tú, como espectadorx, nunca sabes si verdaderamente están jugando con él o si realmente está loco. En cierto sentido, es algo que Darren Aronofsky recupera más adelante con su Cisne Negro, donde tampoco te queda claro qué hay de realidad y qué de ficción en todo cuanto estás viendo. Y en literatura está el ejemplo de Los renglones torcidos de Dios. Son obras que se entienden mucho mejor en el segundo visionado. Una vez has decidido creer en una teoría.
“Inland Empire” dirigida por David Lynch, 2006
Una lista de películas incomprensibles a la primera tenía que acoger necesariamente alguna de David Lynch, ese genio que ha acostumbado a hacer lo que le ha dado la absoluta gana en sus películas durante toda su carrera. En esta concretamente, Inland Empire, la dificultad reside en que Lynch desarrolla una película dentro de la película, lo cual ya es lo suficientemente desquiciante. Pero es que además el director lo mezcló todo con referencias y conexiones con personajes de otras de sus obras como Twin Peaks o Lost Highway. Un puzzle extraordinario. Es como un sueño. Tres horas del surrealismo cinematográfico más profundo. Para muchxs una chorrada. Para otrxs una genialidad.
“Primer” dirigida por Shane Carruth, 2004
Primer cuenta la historia de dos hombres que, construyendo aparatos altamente complejos en un garaje, descubren los viajes en el tiempo de manera accidental. A partir de ahí, la obra es una obra con la complejidad clásica de las películas de viajes en el tiempo: que si el presente este afecta al futuro aquel y el pasado tal afecta a tal... Pero es que encima no lo hacen fácil. La manera de contarse, el montaje, la narrativa, está diseñada para dificultar aún más el seguir el hilo del relato. No obstante, es una película que merece mucho la pena. Y solo dura 78 minutos. Te la puedes poner dos veces en la misma tarde sin ningún problema. A ver si le pillas el rollo.