Este podría ser un comienzo sin comas, fácilmente identificable por el sonido de las letras y la cadencia de una frase que, en tu cabeza, ya suena como en la mía. Pero, para eso, tendríamos que compartir un mismo código o tú tendrías que dejarte llevar y fiarte de lo que yo voy a explicar, apenas unas líneas más abajo. Como no quiero correr riesgos, prefiero que sea otra persona la que te diga qué pasa, sin puntos ni comas, cuando tienes 20 años en los años 20 del siglo XXI. Una ecuación imposible de resolver a primera vista.
En realidad, se trata de algo más concreto. De un libro-objeto titulado ‘Veinte años, mala edad’; una obra editada y coordinada por Xabier Fernán (2000), bajo el sello ‘Tres veces trance’ que se presenta como una antología en la que han participado veinte autores jóvenes de diferentes disciplinas, como la poesía o la ilustración.
Temas como la familia, la soledad, la desazón generacional, la identidad de género o las redes sociales están presentes en este libro al que accedes como quien revisa una nota de móvil escrita en la intimidad de un dormitorio, donde no importa qué fue primero y qué vino después: lo que descubres es un popurrí de emociones colectivas a punto de estallar.
Frágiles, inclasificables: ¿generación de cristal?
“Leyendo el libro se puede notar que hay un tono ligeramente pesimista”, cuenta Xabier. “Es una época en la que hay muchos cambios, mucha búsqueda de identidad. Todas las personas que hemos intervenido en el libro somos LGTBIQ+, y esa perspectiva se nota. Estamos transitando una etapa en la que terminas la universidad, tienes tu primer trabajo... y de ahí esa idea negativa de que puede ser una mala edad”.
Después, ambos coincidimos en nombrar el dardo envenenado que se usa para designar a la gen Z: el de generación de cristal. Esa insistencia en catalogar a un grupo de personas como un nicho frágil y sobreprotegido.
”Creo que somos frágiles porque estamos demasiado expuestxs a las redes y estamos demasiado inmersos en crear un montón de cosas que no son relevantes o que no tienen una trascendencia, ya que forman parte de un método de consumo rápido”, reflexiona Xabier. Y se pregunta, “¿cómo no vamos a ser frágiles si estamos atravesando una de las etapas que requieren mayor autodescubrimiento?”.
Frágil: algo quebradizo, y que con facilidad se hace pedazos. Eso es lo que dice el Diccionario de la lengua Española sobre el término. Un objeto que muda de piel y que se rompe, cambiando su composición. Pero para completar ese proceso, esa especie de mutación total, se necesita tiempo.
Un libro protesta frente a la falta de oportunidades
“Creo que hoy en día se nos exige también tener las cosas claras desde una edad muy temprana, y es como ‘pues no’”, comenta el editor. “Necesitamos tiempo. Ir probando a nuestro ritmo. Al final, estamos explorando el mundo. Es normal ser así de frágiles en ocasiones”.
De hecho, el libro surge principalmente de “la dificultad por encajar en el sector editorial” y el elitismo de los concursos literarios, que complican el acceso a la literatura en papel a los jóvenes sin medios ni contactos o que no han escrito algo previamente.
“El objetivo era poner de manifiesto la falta de oportunidades, abrirnos puertas conjuntamente”, comenta el editor de esta obra que “pone en valor la palabra”.
De hecho, todxs lxs autorxs llevaban años ensayando en sus redes sociales textos imposibles de clasificar, con sus propias derivas existenciales, fruto de una generación probablemente influenciada por los blogs literarios y que, ahora, adquieren la forma de una newsletter ocasional.
‘Veinte años, mala edad’ es la excusa que Xabier Fernán encontró para reunirlos a todxs a través de una convocatoria abierta por él mismo. Aunque confiesa que no tenía interés de replicar ningún tipo de generación literaria, las analogías están ahí. “Creo que todxs tenemos algo en común. Somos coetáneos, tenemos preocupaciones similares... Llamarnos a nosotros mismos generación es un poco ambicioso, pero desde fuera es bonito”.
En el libro, la autora Clara Mayoral escribe sobre algo que, además de generacional, es síntoma de nuestra época. “Un día me reconocí adicta a evitar la calma e incapaz de disfrutar del descanso. Dejé de ver películas porque no podía perder dos horas”.
La saturación, las redes sociales
Ver una serie en Netflix y mirar la hora y luego mirar un mensaje y después acabar entrando en Instagram para ver vidas que no te interesan. Nos suena. Sin embargo, Xabier considera que pronto esta dinámica podría cambiar: “Vamos a llegar a un nivel de saturación en el que las cosas que importan van a volver a ser las que eran antes, porque todo es cíclico; tener un huerto, conectar con figuras como nuestras madres o abuelas...”.
Porque saturadxs, igual, ya estamos. Conversaciones en mesas compartidas donde dos de cada quince personas se han quitado Instagram. Un dato basado en la experiencia, pero que evidencia la necesidad de desconectar de ese mundo virtual que hemos alimentado en los últimos años. No es casualidad que sean los Z y los millennials quienes han traído de vuelta los teléfonos tontos, de tapa, conocidos en inglés como ‘dumb phones’.
“Estamos saturadas. Las redes sociales demandan un montón de cosas. Son un trabajo. Si quieres que algo salga adelante tienes que moverlo por otras vías. Antes, las redes sociales funcionaban como un arma de expansión masiva y ya no tanto. Todo depende el alcance que tu propio algoritmo consigue”.
Es como si el boca a boca de nuestra generación se hubiera roto; si es que alguna vez funcionó como tal, cuando hace quince años la brecha digital ya ponía en evidencia quién tenía ordenador en casa y quién no, quién usaba BlackBerry o quién tenía un Nokia 7650 con bluetooth para enviar ‘Say my Name’ de Beyoncé.
“Hoy en día, vemos algo en Twitter pero no lo comentamos en alto. Cuando tú dices ‘ay, dale recuerdos a alguien de mi parte’, ya no das recuerdos a la gente. Se nos olvida. Hemos dejado de dar importancia a un montón de cosas que son valiosas y creo que es importante que se hable, que las personas transmitan...”.
El libro, al que Xabier y otros diecinueve autores han dado luz, destaca por un diseño austero, en blanco y negro, donde cada texto aparece precedido por el escudo familiar de quien escribe. Una cultura heráldica reconocible, adaptada al siglo XXI gracias al diseño y maquetación de Pau Geis, pero que Xabier cree que, como también sucede con el contenido del libro, puede leerse e interpretarse desde cualquier época.
“Cuando, dentro de diez años, miremos atrás y nos leamos, será muy bonito reconocer quiénes éramos con veinte años. Al final, nos comemos mucho la cabeza. Y, ¿qué queremos todos? Amor, sentirnos acompañados, tener una casa”, cuenta Xabier. “Eso trasciende a cualquier generación”.
Para su autor y editor, ‘Veinte años, mala edad’ es un libro que deberían leer todxs lxs adolescentes. “Aunque todavía no tengan 20 años, creo que es bonito saber lo que te va a llegar. Saber que algún día vas a ser un chico gay feliz que tiene historias buenas que contar”.