La historia nos demuestra que la mayoría de hombres artistas, científicos y genios que marcaron la humanidad fueron pésimos maridos y compañeros. Sabemos que Dora Maar, una de las compañeras más famosas de Picasso, sufrió problemas mentales graves después de su ruptura con el artista. O que el muralista Diego Rivera también maltrató a Frida Kahlo. En este listado se suma la mujer de Albert Einstein, el padre de la teoría de la relatividad. Su nombre completo es Mileva Marić y fue una de las primeras mujeres en estudiar física.
Conoció al científico en la Universidad Politécnica de Zúrich a finales del siglo XIX, donde ambos estudiaban esa carrera. Mileva desafió ya entonces las reglas sociales del momento: era la única mujer de su clase en la universidad. Pero eso no le impidió ser la primera de su promoción. La Universidad de Princeton publicó a finales de los 90 las cartas que pronto empezaron a enviarse los dos cerebritos, llenas de pasión. Se casaron en 1903 en Berna.
Mileva era una brillante matemática que ayudó y cooperó con Einstein extensamente. Pero a pesar de eso, quedó relegada a un margen de la historia. Y también sufrió los cambios de humor del genio científico. Parece que Einstein se cansó de ella, porque, como le escribía a su prima Elsa Löwenthal, que después fue su segunda esposa, Mileva era “una criatura hostil y poco divertida”, a quien trataba como “una empleada a la que no se puede despedir”.
Como explican en El País, tal fue la desidia que en julio de 1914, el genio le hizo llegar a su esposa una nota donde le explica los requisitos que le exigía si quería seguir con él. Tenía que “lavarle la ropa, prepararle tres comidas diarias y limpiarle la habitación y el despacho, que solo utilizaría él”.
”Te abstendrás de cualquier relación conmigo”
“Te abstendrás de cualquier relación conmigo, salvo que sea necesario por motivos sociales”, le decía, y la obligaba a renunciar a pasar tiempo con él en casa y a hacer viajes juntos. El tercer punto también dejaba claro que nada de intimidad, reducía al mínimo cualquier trato si él se lo exigía, y le pedía no predisponer a sus hijos contra él. Le decía a Mileva que las aceptara. Pero no. Ella se plantó. Más bien se divorciaron y él terminó dándole una pensión económica para que sustentara a sus hijxs.
En el libro “Mileva Einstein: teoría de la tristeza”, la escritora Slavenka Drakulic “traza el sobrecogedor retrato de una mujer que luchó contra sus carencias físicas, que nunca se rindió, pero que no pudo tener una carrera brillante como matemática, aunque sin duda era un talento excepcional”, cuenta la editorial Galaxia Gutenberg. Mileva Einstein, que llegó a Suiza para estudiar ciencias desde el campo, que tenía apoyo entre los científicos, renunció a su carrera por su famoso marido y, más tarde, por sus hijos.