¿Te gusta la cerveza? La inventaron las mujeres

Lo de los monjes en un monasterio es una mentira histórica

Casi todo el mundo conoce la historia de la invención de la imprenta por parte de Gutenberg. Y la de la penicilina de Alexander Fleming. Y la de internet de Tim Berners-Lee. En parte porque aparecen en muchos libros de texto de los institutos. En parte porque forman parte de una cultura popular que se esfuerza por recordarlas. Y quizá sea casualidad que todas ellas estén protagonizadas por hombres. Quizá no. Porque más allá de Marie Curie y la radiación pocos descubrimientos de mujeres son ampliamente conocidos. Y eso que los hay. Uno muy relevante en la historia de la humanidad, y que forma parte de tu día a día, es la cerveza: fueron ellas quienes le dieron vida.

Así lo explica el catedrático emérito de ciencias de la vida y director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, Manuel Peinado Lorca, en un artículo para The Conversation. Basándose en las informaciones del libro La filosofía de la cerveza, de la escritora británica Jane Peyton, explica cómo “hará algo más de 7.000 años, en Mesopotamia, comenzó a desarrollarse la actividad cervecera: fueron las mujeres quienes mezclaron los granos de cereal con agua y hierbas para elaborar un brebaje con fines nutritivos. Lo cocinaron, y de aquella mezcla intuitiva impulsada para calmar el hambre resultó un caldo que fermentaba de manera espontánea”.

Eran las únicas que podían comercializarla

Poquito a poco, con mucho esmero, aquellas mujeres continuaron perfeccionando sus habilidades cerveceras, hasta el punto de que eran “las únicas que podían producirla y también comercializarla”. No obstante, parece ser que durante la Edad Media, y viendo el enorme potencial económico que tenía, las licencias pasaron de las mujeres a sus maridos. Seguían siendo ellas quienes conocían los secretos de la cerveza y quienes la creaban, pero tanto el mérito como el dinero se lo embolsillaban ellos. Vamos, la historia de la humanidad una vez más. Así que cuando te digan aquel cliché de que la birra la inventaron los monjes diles que no. Para nada es así.

Lo que sí ocurrió es que de nuevo una mujer, la abadesa Hildegarda de Bingen, decidió añadirle lúpulo amargo a la mezcla y terminar de dar vida al tipo de cerveza que puedes tomarte hoy en los bares. Además de matizar el sabor, aquel ingrediente, “estrecho pariente del cannabis”, proporcionaba a la bebida “unas propiedades conservantes que permitían almacenarla durante mucho más tiempo”. Muchos siglos después, y según Peinado, Hildegarda terminó siendo canonizada debido a su labor como teóloga. O dicho de otra manera: la cerveza que te tomas los findes con tus colegas se la debes a una santa de la Iglesia católica. Que no se te olvide.