Muchas veces, como humanos que somos, tenemos la necesidad de anticipar el fin de las cosas. Sea por control y seguridad, tener la certeza de la duración de aquello que nos hace feliz puede evitar que el fin nos caiga como un balde de agua helada y ahorrarnos unas cuantas lágrimas en el proceso. En el caso del amor, aunque la fecha de caducidad puede depender de muchas variables, un estudio revela que para muchas parejas si existe un timing escrito. Esa fecha son los cuatro años.
La teoría de los cuatro años
“Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que hay distintos tipos de amor”, indica José Antonio Hinojosa, profesor de Psicología Experimental y Procesos Cognitivos en la Universidad Complutense de Madrid. El afecto que sentimos por nuestros padres no es equiparable al que profesamos a los amigos o a las mascotas. Esto resulta evidente. Sin embargo, son estas variedades de amor las que no se adhieren a la regla de los cuatro años ya que no llevan consigo un complejo componente: el amor romántico. Son las relaciones amorosas y vínculos sexo-afectivos los protagonistas de esta hipótesis.
La antropóloga biológica Helen Fisher, pionera en esta teoría, arrojó luz sobre este tema. Con especialización en comprender las dinámicas matrimoniales, el divorcio, la infidelidad y los patrones de monogamia en diversas especies de mamíferos, Fisher aportó en un estudio que fue la misma naturaleza humana la que adaptó esta emoción para asegurar su supervivencia. La unión de los padres, incluso si era por un período limitado, cumplía el propósito de garantizar la supervivencia de los hijxs. Por ello, la selección natural favoreció a aquellos que adoptaron este comportamiento, el cual ha perdurado hasta nuestros tiempos.
La teoría de Fisher encaja con lo mismo que explica Hinojosa: “Hay estudios que dicen que somos monógamos sucesivos, es decir, tenemos parejas sucesivas con las que estamos durante ese periodo de dos a cuatro años, lo que viene a ser más o menos la crianza de los hijos”.
Aún hay esperanza
Pero calma, no todo está destinado a terminar. “Al principio, el componente sexual es clave para que surja la chispa y seguirá siendo muy importante los primeros años, pero poco a poco se va incrementando el peso de la intimidad y el compromiso de establecer metas comunes”, desgrana Hinojosa. Y no, esto no significa que la pasión desaparezca, sino que “los otros componentes comienzan a interactuar”.
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Por ello, si te encuentras en una relación larga, será momento de evaluar si han logrado o no darle importancia a los demás factores que componen la relación. Puede que la regla de los cuatro años se cumpla, o bien podrían ser como esas parejas de “abuelitos” a quienes el experto se refiere con cariño, esas que aún se pasean tomados de la mano.