Imagínate esta situación: eres la primera campeona paralímpica de la maratón de la historia de España y, después de años y años de no poder entrenar ni competir a causa de la maternidad múltiple, decides que vas a participar en los próximos juegos contra todo pronóstico y pese a que nadie apostaría por ti con tan poquito margen de preparación. Aun así, el día de la carrera demuestras a todxs que estaban equivocadxs y vas directa a la meta con un tercer puesto en el bolsillo, cuando tu guía, la persona que te acompaña debido a tu discapacidad visual, no puede más y amaga con irse al suelo. Sueltas la cuerda que te une a él para ayudarle. Por cariño. Por empatía. Y te descalifican.
Es una historia tan surrealista que podríamos habérnosla inventado, pero tristemente no es así: la atleta paralímpica Elena Congost, brillante oro en los Juegos Paralímpicos de Río 2016, fue descalificada el pasado domingo por el simple hecho de soltar la cuerda con su guía a diez metros de la meta, pese a que la siguiente competidora estaba a más de tres minutos de ella. Claramente no estaba haciendo trampas. Era innecesario. Podría haberse sentado en el suelo más de dos minutos y nadie le habría robado su medalla de bronce. Sin embargo, las normas de los juegos estipulan que lo que hizo fue legal. Sin contemplar circunstancias. Sin poner en valor la deportividad.
La polémica que se genera es debido a que realmente no benefició en absoluto al resultado final de la prueba, y por ello el Comité Paralímpico Español pide que se recupere el bronce para ella. Sin embargo, todavía queda que se pronuncie la delegación internacional sobre este tema, aunque en caso de que la respuesta sea negativa no descartan recurrir al TAS.
“Estoy destrozada, la verdad”
Y obviamente la propia Elena salió a defenderlo entre lágrimas: “Me gustaría que todo el mundo sepa que no me han descalificado por hacer trampas, sino que me han descalificado por ser persona y por un instinto que te sale cuando alguien se está cayendo. Estoy destrozada, la verdad, porque tenía la medalla”. Y no es para menos. El vídeo del suceso muestra cómo los calambres estaban sometiendo a su guía a un dolor inmenso y que parecía estar a punto de desplomarse. “Ha sido un acto reflejo de cualquier humano. No hay ningún tipo de ayuda, ningún tipo de beneficio y se ve claramente que me paro en seco por esa situación”. Una injusticia como una catedral.
Una injusticia que no solo le ha privado de una merecida medalla sino que también le priva de la beca correspondiente. En palabras de Elena, “me quedo sin nada, es triste porque venía de estar sin beca y de estar en la estacada y era uno de mis objetivos: volver a conseguir beca y estar en el plan ADOP”. Por suerte, y según contaba La Vanguardia, “el Comité Paralímpico Español estudiará otorgar una beca a la atleta Elena Congost después de que esta fuera descalificada”. Una pizca de empatía y sensatez dentro de una situación disparatada que prueba que, en ocasiones, las normas parecen estar por encima de la humanidad. Que le den al artículo 7.9 del reglamento.