Casi con total seguridad, la mayoría de nosotrxs se avergonzaría de que se diera a conocer su historial de búsquedas en páginas porno. Normal. Que la gente sepa qué te pone cachondx puede ser un palo, especialmente si llevas años consumiendo porno y lo que te apetece es ver cositas con un punto transgresor. Y, aunque la mayoría de la gente ve alguna de estas cosas de vez en cuando, a todxs nos invade el sentimiento de que albergamos un pequeño pervertido en nuestro interior. Precisamente ese es el sentimiento de culpa absurdo que el último documental de Netflix ‘El sexo, en pocas palabras’ se va a encargar de desmentir.
A través de cinco episodios de poco más de 20 minutos, la cantante y actriz Janelle Monáe aborda el sexo desde una perspectiva científica y filosófica apoyada en numerosos estudios. Sin lugar a dudas, el episodio que desmontará tus tabúes sobre el sexo es el dedicado a las fantasías sexuales en gran parte gracias a los estudios llevado a cabo por el sexólogo estadounidense, Justin Lehmiller. Tras entrevistar a más de 4.000 personas llegó a la conclusión de que la inmensa mayoría de las fantasías sexuales más comunes podían catalogarse en tres principales: sexo grupal, sexo en público y BDSM.
Es decir, que fantasear con un trío, una infidelidad, un polvo en la oficina o que te fuercen es de lo más random aunque tú te creas un pervertidx. En concreto, el 95% de los hombres y el 87% de las mujeres estadounidenses reconoció haber fantaseado con el sexo grupal y casi todos ellos con el trío como principal aliciente. "Pensamos que nuestras fantasías más ocultas son una perversión, pero lo cierto es que la mayoría fantaseamos con las mismas situaciones”, afirma en el documental Lehmiller quien además revela un dato todavía mucho más esclarecedor: el 75% de las personas que participaron en el estudio fantasearon con haber sido esclavizadas aunque solamente el 27% reconocieron su gusto por el BDSM.
La hipocresía entre nuestros apetitos sexuales y lo que mostramos o reconocemos socialmente ha encontrado su mejor medidor en la ciencia de datos o big data. En su libro Todo el mundo miente el investigador y extrabajador de Google, Seth Stephens-Davidowitz, analizó los datos de búsqueda de plataformas de porno como PornHub o en buscadores como su exempresa Google. El resultado más impactante resultó ser que el 25% de las búsquedas de mujeres estaban relacionadas con sexo con violencia, humillación o dolor y el 5% específicamente en ‘sexo no consentido’, siendo aproximadamente dos veces más frecuentes que entre los hombres. Sin embargo, es importante matizar que ambos expertos insisten en que el hecho de que tantas mujeres realicen estas búsquedas no significa, por supuesto, que tengan el deseo de ser violadas. El investigador insiste en que la tendencia a consumir contenido sexual violento está claramente en retroceso.
Las fantasías nos excitan porque sabemos que en la vida real no seríamos capaces de realizarlas o, incluso, nos resultarían extremadamente dañinas. Además, ambos creen que en muchas ocasiones las búsquedas están más relacionadas con una curiosidad o morbo puntual que un interés sexual real. “Las mujeres suelen buscar hombres altos, morenos y guapos. Pero también buscan tipos bajos, pálidos o feos. Hay quienes buscan discapacitados, gorditos con la polla pequeña y viejos gordos y feos. Con frecuencia, los hombres buscan mujeres delgadas, mujeres con tetas grandes y mujeres rubias. Pero a veces buscan mujeres gordas, mujeres con tetas pequeñas y mujeres con el pelo verde. Hay hombres que buscan calvas, enanas y mujeres sin pezones”, explica Stephens.
Otro de los fetiches más comunes abordados por el documental de Netflix es el relacionado con el racismo en el sexo o fetiches raciales. El género pornográfico en el que un hombre negro mantiene sexo con la mujer de una pareja caucásica heterosexual es uno de los más comunes junto al que hipersexualiza a la mujer asiática. De igual manera, y a modo de ejemplo, la búsqueda de sexo con árabes de los estadounidenses se multiplicaron por 20 durante la invasión de Irak por George Bush en 2002. La conclusión de ambos expertos es clara: nadie es tan pervertido como se piensa porque, en realidad, lo somos todxs. Lo único que resulta perturbador de nuestras búsquedas es la hipocresía que las rodea y la incapacidad de la sociedad de distinguir entre una fantasía íntima y la realidad. Como siempre ha pasado, la represión moral conduce a la hipocresía y la clandestinidad.