"Ahora se va a enterar", piensas mientras urdes un plan para ignorar los mensajes de tu pareja durante un tiempo, finges que no tienes tiempo que dedicarle o, si se enfada, te enfadas tú más y acabáis cayendo en esas guerras de silencio en las que, el que ceda, pierde. Si te resultan familiares estos comportamientos, has dado con el artículo que te ayudará a transformarlos en otros más constructivos. Porque, a estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que tener pareja es todo un reto. Aporta muchísimo estar con una persona con la que compartir viajes, tardes de sofá y manta, cenas, charlas, o sexo, pero todo esto que, en principio, podría ser maravilloso, fácilmente se convierte en un infierno si no desarrollas una buena comunicación.
Para que puedas entender por qué actúas de esta manera debes saber primero que cuando te relacionas, y más si estamos hablando de una relación tan íntima como la de pareja, entra en juego uno de nuestros mayores miedos: el miedo al rechazo. En lugar de decir que una actitud nos ha hecho daño, nos lo callamos pero acaba saliendo de una forma indirecta, conrechazo e intentando que la otra persona sienta lo mismo que nosotros. Una conducta que lo único que creará es confusión, malestar y muchos malentendidos entre vosotros.
Lo que te aporta cada emoción
Cuando algo nos molesta o llega al punto en que nos duele, lo esperable y sano es que aparezcan la rabia, la tristeza, la incomodidad y, si es algo que se repite en el tiempo, la desesperación, la resignación e incluso la furia. Son las emociones que nos ha aportado la naturaleza para gestionar aquello que nos duele y tienen su función. Por ejemplo, un lado muy bueno de la rabia, es que quiere impedirnos que nos estanquemos, nos empuja al cambio, al movimiento. En cambio la tristeza nos obliga a parar, a mirar dentro de nosotros y a escuchar qué es lo que nos esta pasando para poder ponerle solución.
El problema es que acabamos siendo nosotros mismos quienes rechazamos nuestras propias emociones porque socialmente se nos ha dicho que no es bueno mostrarlas, especialmente a los hombres. Y, al final, estas emociones que nos están dando información muy valiosa, las intentamos apagar y evadirnos, a través de las nuevas tecnologías, el alcohol, el sexo, la comida, las compras, etc.
Por lo tanto, el quid de la cuestión en la relación de pareja —y en todas las demás— no es tanto lo que sentimos sino qué hacemos con esas emociones, cómo las canalizamos. Necesitamos, en primer lugar, poner consciencia, detectar claramente cuando algo nos molesta, aceptar lo que estamos sintiendo. Por ejemplo, mi pareja me dice que ha quedado para irse de fiesta con sus amigos y yo prefería hacer otro plan más tranquilo juntos. Claro que entiendo que tiene libertad y que es muy bueno hacer planes por separado, pero en mi cabeza me había¡ imaginado otra cosa, y no puedo evitarlo: me ha molestado.
Aquí vuelve a entrar en juego la "sensación de ser rechazado" es posible que ni siquiera me dé cuenta pero en mi cabeza aparecerá un discurso de "si me quisiera de verdad, o lo suficiente preferiría estar conmigo que irse de fiesta". Y eso hace que empecemos a enfadarnos, no le queremos decir que no se vaya porque tampoco queremos que se quede obligado/a. Esta situación nos va reconcomiendo y cuando llama o vemos a la pareja, ya llevaremos un cabreo importante y seguramente acabaremos discutiendo por algo que no tiene nada que ver. Estaremos agotados, tristes y confusos sintiendo que el otro no os entiende. Muchas veces esperamos que nuestra pareja nos comprenda, sin habernos entendido antes nosotros.
Una oportunidad de autoconocimiento
Esta situación puede ser más profunda de lo que parece. Si yo, por mis experiencias de vida, tengo instalado dentro de mí el miedo a ser abandonado o a no ser querido, lo reproduciré en mi relación de pareja. Ese miedo es el que hará que suenen en mi cabeza frases como: "si se va es que no me quiere tanto". Cada uno tenemos nuestras heridas y la relación de pareja es donde más expuestas se ven, donde más se notan y más duelen. Al principio de las relaciones, en miedo puedes vivir la ilusión de que tu pareja curará tus heridas y viviréis felices para siempre, pero esa ilusión inconsciente con el tiempo se acabará convirtiendo en reproches y en actitudes tóxicas.
Por eso, la próxima vez que te moleste algo de tu pareja, piensa que puede ser una fantástica oportunidad de autoconocimiento y de curación, aunque te podrás imaginar que tu relación te puede permitir ver esas heridas, pero la única persona que puede sanarlas eres tú.