Lo que hacemos tras utilizar un baño público forma parte de un ritual social: nos enjabonamos bien las manos, nos las enjuagamos y una vez que tenemos la agradable sensación de volver a estar limpitos y listos para regresar al mundo, nos las secamos en uno de esos secadores de manos que cuelgan de la pared. Todos seguimos ese patrón. Así nos lo han enseñado. Así nos han dicho que evitaríamos portar con nosotros todo tipo de bacterias repugnantes. ¿Pero y si te dijéramos que no es así? ¿Y si el secador de manos lo echara todo por la borda?
Esta es la conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Connecticut, en Estados Unidos, a través de un estudio publicado en Applied and Environmental Microbiology. Según expolica Applied and Environmental Microbiology, los científicos usaron placas para recoger las bacterias emitidas por los secadores de manos y descubrieron que durante 30 segundos las placas recolectaron entre 18 y 60 colonias de bacterias. Un dato alarmante si tenemos en cuenta que en un baño estándar con ventilador se recolectan de 15 a 20 colonias, ¡pero en 20 minutos!
Los expertos creen que esta desagradable propagación de bacterias de desechos humanos se debe al efecto toilet plume, que viene a ser la dispersión al aire de las partículas microscópicas que se encuentran en los váteres cuando son limpiados. Por desgracia, tarde o temprano terminan siendo aspiradas por los secadores de manos para finalmente ser expulsadas directamente en tus higiénicas manos. Algo que, además de asqueroso, puede suponer un riesgo para tu salud. Seguro que la próxima vez te decantarás por los clínex.