Su aroma y sabor sublimes son prohibitivos y lo más importante: si no te tomas uno antes de lavarte la cara, eres un maldito zombie. El café, ese brebaje de los dioses que te convierte en una persona respetable y competente cada mañana y que, además, te proporciona un chute de energía cuando el sueño aprieta a la hora de la siesta. La pasión y necesidad por esta bebida llega a tales cotas que la versatilidad de los ‘cafeteros’ les permite degustar desde el género más exquisito hasta ingerir la ‘caca’ más barata de máquina.
Por todos son conocidos sus maravillosos beneficios para la salud, pero, ¿qué hay de los riesgos que también pueden hacer ‘pupa’ a nuestro organismo? Hemos hablado con el Dr. Cèsar Morcillo Serra, especialista en medicina interna, para que nos aclare cuáles pueden ser algunos de sus efectos secundarios a largo plazo, si nos pasamos de cafeteras o de carajillos. Presta atención porque puede que ahora te lo pienses dos veces antes de aumentar tu dosis diaria.
Si lo dejas, estas jodido
Como con cualquier otra droga puedes sufrir síndrome de abstinencia, ya que la cafeína es un alcaloide que posee propiedades estimulantes y a su vez, produce cierta adicción. Puede que no veas un bebé trepando por la pared si no has visto Trainspotting no lo has pillado, pero es posible que experimentes cansancio, falta de alerta, dolores musculares y malestar general. Es probable que cada mañana bebas café en la misma taza de siempre, por lo que tu cuerpo ya se acostumbra y desarrolla cierta tolerancia a recibir casi con exactitud la misma dosis diaria.
Si un buen día se lo quitas, experimentarás el efecto rebote contrario: cansancio, somnolencia, irritabilidad, ansiedad, dolores de cabeza… Osea que si quieres disminuir tu consumo, hazlo poco a poco y no de golpe.
Te pone de los nervios
La cafeína es un estimulante del sistema nervioso central, cuando llega a tu cerebro actúa, como la pócima para Obélix o las espinacas para Popeye, dándote un boost de energía que te despierta y te pone en estado de alerta. Dependiendo de cuántas tazas tomes, ese chute energético puede convertirse en demasiada excitación e incluso aumentar nuestro ritmo cardíaco hasta sentir pequeñas taquicardias.
Además, no todo el mundo tiene la misma tolerancia genética a la cafeína: siempre habrás escuchado el típico colega que no puede tomarse una coca-cola o un café pasadas las seis de la tarde porque ya no duerme. Según un estudio de la Universidad de Edimburgo, hay una variante específica del gen PDSS2 que acelera la capacidad de las células para descomponer la cafeína, de manera que el 'chute' dura menos en la sangre. De ahí que los que poseen esta variante nunca tengan suficiente, mientras que para los otros con una taza tengan para todo el día.
Todo está bajo control siempre y cuando no llegues a la taza número 100 como le ocurre a Fry en Futurama. Aunque pensándolo bien, cuando sus temblores cesan se convierte en una especie de superhéroe a lo Flash Gordon o Quicksilver. Para tu tranquilidad, Morcillo asegura que hasta cinco tazas diarias son buenas para tu salud mental y física.
Un bombazo para el sistema digestivo y excretor
No a todo el mundo le sienta igual de bien ya que, a veces, produce unos ‘ardores del infierno’ debido a que aumenta la secreción gástrica de ácido e irrita la mucosa. Ahí es cuando tienes que pedir a tu compañero de escritorio un almax con urgencia. Otro suceso bastante usual es que dé tanta ‘vidilla’ a tu tránsito intestinal que acabes con diarrea, si ya lo sumas a la famosa frase de: ‘café y cigarro…’. Bueno, ya conoces lo que sigue.
No obstante, has de saber que la cafeína no proporciona ningún valor nutricional por sí misma. Por otro lado, es un potente diurético que hará trabajar a toda máquina tu riñón. Si lo ves desde el lado positivo, te escaqueas de curro unos cuantos minutos con tanto paseíto al baño.
Puede afectar a tu esqueleto, músculos y aparato reproductor
Si eres de los que te bebes 300 cafés, reduce la dosis porque puede que esté interfiriendo en la absorción y metabolismo del calcio. Esto se traduce en un adelgazamiento de los huesos, lo que se conoce como osteoporosis. Otro efecto que puedes experimentar si lo dejas de una manera brusca, es que tus músculos se contraigan y tengan ciertos dolores como los de las agujetas. También puede entorpecer la producción de estrógeno y el metabolismo necesario para concebir o durante el desarrollo del niño.