Por qué cada año que pasa nos reímos menos

A medida que envejecemos, la frecuencia y la intensidad de nuestras risas tienden a disminuir

¿Te has fijado que tus padres ríen menos que tú? O que ¿tus primos, que aún son niños, ríen más que tú? Lo cierto es que además de que la vida adulta apesta y las preocupaciones cada vez te comen más, también hay otros factores “científicos” que explican por qué a medida que envejecemos la frecuencia y la intensidad de nuestras risas tienden a disminuir.

Por desgracia, según diversos estudios, nuestra capacidad para entender y apreciar el humor comienza a deteriorarse alrededor de los 60 años. Esto en parte se debe a que llegados a este punto puede que ya no estemos en sintonía con el tipo de humor que se lleve en ese momento. Imagínate por un segundo explicándole, según que anécdotas a tu abuela, con las que te has tronchado de risa con tus colegas, pero que para ella serían un escándalo total y cero graciosas.

Así mismo, seguro que a tus padres les cuesta reírse con según que memes de internet. Incluso a ti mismo te pasa. El humor absurdo y el humor hipermediático, que se viralizan rápidamente a través de las redes sociales, pueden no resonar de la misma manera entre generaciones más mayores que no están tan inmersas en estas dinámicas digitales y desconocen por completo el significado y el contexto del meme.

Además, así como nos hacemos mayores, es posible que nos aislamos más o no interactuemos tanto con contextos sociales que faciliten el humor. La risa y la apreciación del humor muchas veces dependen de la validación social y del intercambio con otras personas. Esto es especialmente relevante en el caso del humor afiliativo, que busca crear un sentido de pertenencia a través de la risa compartida.

Otro factor es la evolución de nuestros gustos y preferencias humorísticas a lo largo de la vida. Puede ser que de joven te hagan más gracia los chistes absurdos o el humor negro y que así como crezcas este tipo de chistes ya no te hagan gracia. Así mismo, es posible que el estrés o las preocupaciones te nublen más para encontrarle la parte “divertida” a ciertas situaciones.

A veces también parece que hay una predisposición a reír menos cuando nos hacemos mayores porque nos dejamos contagiar demasiado por la “seriedad” que se le presupone a la adultez. Ese es un proceso que también se puede combatir intentando encontrar espacios donde divertirnos y relajarnos. En el fondo, a pesar de que riamos menos, somos humanos y queremos seguir poder riéndonos. Así que hay que entrenar la risa igual que hacemos con el cuerpo.