En el imaginario popular hay una asociación muy intensa entre la tristeza profunda y el alcohol. Como si todo el mundo fuera más susceptible, en esos días de bajona irremediable, de echarse a beber sin control para intentar ahogar sus penas. De hecho, es un proceso que se representa muy habitualmente en el cine y en las series de televisión. El personaje al que acaban de dejar hartándose de cervezas solo en casa. O aquel al que la muerte de un ser querido le lleva al regodeo melancólico y solitario en la barra de un bar. No obstante, y como acaba de demostrar una meta investigación internacional, esta asociación es simplemente un mito más. No bebes más en tus días de mierda.
”A partir de los datos de 69 estudios, con 12.394 personas en total, realizados en los Estados Unidos, Canadá, Francia y Australia, los investigadores no encontraron pruebas de que la gente bebiera más los días en que se sentía deprimida”, explican en una publicación para The Conversation el experto en psicopatología experimental Adrian Wells y el psicoterapeuta Robin Bailey. Es sencillamente una escena que nos hemos inventado de la nada. Aunque esto no es lo más curioso que descubrieron lxs autorxs de este estudio: lo más sorprendente es que en realidad ocurre exactamente lo contrario y que es la alegría la que te acerca más al consumo de alcohol.
¿Por qué bebemos más cuando estamos felices?
En palabras de estos especialistas, “la gente tiende a beber alcohol, y a beber mucho, los días en que está de buen humor: concretamente, los autores descubrieron que los participantes tenían entre un 6% y un 28% más de probabilidades de consumir alcohol los días en que se sentían de buen humor, y entre un 17% y un 23% más de probabilidades de darse un atracón de bebida, es decir, tomar más de cuatro o cinco copas en pocas horas, en esos días”. En este sentido, no son tus días de desconsuelo los que deben preocuparte, sino aquellos en los que estás de subidón por una buena noticia o por haberte levantado esa mañana en estado de euforia. Mucho cuidado.
La pregunta es: ¿a qué se debe esta asociación entre la alegría y el alcohol? Según teorizan Wells y Bailey, al hecho de que “beber se asocia a un proceso de pensamiento denominado pensamiento de deseo, una forma de pensar orientada a anticipar resultados positivos de determinadas experiencias, basándose en las asociaciones que tenemos con esa experiencia”. Cuando estás de buen humor, te acuerdas del sabor de tu bebida alcohólica favorita, de lo agradable de la sensación de embriaguez o de la desinhibición que te proporciona. Algo que suele ocurrir menos cuando estás triste y tu cerebro no da pie a los pensamientos positivos. Ahí solo te sirve el chocolate.